Mariana Flores Melo - La isla habitada más pequeña de España: tiene calas paradisíacas y un pueblo amurallado
Durante las vacaciones de verano, los destinos preferidos son aquellos que permiten un descanso y una desconexión de la rutina. Estos suelen tener como principal protagonista una espectacular playa, un chiringuito y mucho sol. Sin embargo, un aspecto que también se valora es la exclusividad donde poder encontrar este tridente.
Uno de los lugares donde poder disfrutar de ello es la isla de Tabarca, que localizada a solo 8 kilómetros de Santa Pola y con tan solo 50 habitantes, es la isla habitada más pequeña de España. A esta característica se le suma un espectacular paisaje y una gran cantidad de atractivos turísticos.
La isla
Tabarca tiene una dimensión de 1.800 metros de largo y 400 metros de ancho, lo que permite que se pueda recorrer a pie de una punta a otra, descubriendo así todos los secretos que esconde. Además, la totalidad de la isla está declarada Conjunto Histórico Artístico y Bien de Interés Cultural, y sus aguas, Reserva Natural Marina, la primera de España.
En cuanto a su origen, se han descubierto evidencias de que estuvo poblada durante la época romana, aunque se la conoce por ser refugio de piratas musulmanes que llegaban del norte de África. Estos atacaban a los barcos cristianos o realizaban incursiones en la costa, por lo que el rey Carlos III ordenó fortificar y repoblar la isla en 1760. La muralla, cuyo perímetro se adapta a ella, es de piedra y con caras exteriores en sillería y hoy protege al pueblo. Sin embargo, las almenas casi han desaparecido, pero hay tramos aún bien conservados.
Qué ver en Tabarca
Antes de llegar a la isla, desde el mar, lo primero que se divisan son las grandes murallas y la iglesia de San Pedro y San Pablo, que de inspiración barroca, fue construida en 1779 y cuenta con dos torres cuadradas que hacen de campanario.
Las murallas albergan tres entradas que dan acceso a las pintorescas calles del pueblo: la Puerta de San Rafael, frente al hermoso puerto donde atracan pequeños barcos pesqueros; la Puerta de San Gabriel, en cuyos alrededores se han encontrado necrópolis y restos de la época romana; y la Puerta de San Miguel.
Dentro del pueblo, el entramado de las callejuelas ofrece al visitante un paseo perfecto donde disfrutar de los comercios de la zona y de la ya mencionada iglesia. A ella se le suma la Casa del Gobernador, hoy convertida en hotel, las Cuevas de Llop Marí, y el museo de Nueva Tabarca.
Por otro lado, existen varias rutas para hacer a pie y que recorren la isla pasando por su única playa. Además, una visita obligada es el faro de Tabarca, del siglo XIX y donde se puede disfrutar de una de las mejores puestas y salidas de sol de la comunidad. Sin embargo, antes de llegar a él, se pasa por la solitaria Torre de San José, cuyo antecedente está en una construcción realizada en los siglos XIV y XV.
Unas aguas de ensueño
Sin embargo, si hay algo que caracteriza a esta isla es su entorno natural. Rodeada por unas espectaculares aguas turquesas, consideradas en 1986 como Reserva Natural Marina, las actividades que ofrecen son numerosas.
Estas van desde practicar esnórquel o buceo, hasta realizar pequeñas rutas en barco por las calas que alberga esta isla. Entre ellas destacan la Cales de Birros i la Guàrdia o la pequeña cala situada entre Tabarca y el islote de la Cantra.
Cómo llegar
El punto más cercano a Tabarca es Santa Pola, desde donde salen embarcaciones que en tan solo 25 minutos alcanzan la isla. El precio de este transporte es de 10 € ida/vuelta, pero también se puede acceder a ella desde Alicante y Benidorm.
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