Mariana Flores Melo - La isla española con un pueblo fantasma y el bosque de laureles más grande de Europa

Una de las características de Galicia, más allá de sus espectaculares playas y acantilados, es albergar una de las mayores concentraciones de laurel de España. Tanto es así, que cuenta con una isla convertida en el bosque de laurel más grande de Europa.

Se trata de la isla de Cortegada, en la Ría de Arousa, un tesoro natural perteneciente al Parque Nacional Marítimo-Terrestre de las Islas Atlánticas. Su alto interés botánico le ha dado a esta isla el sobrenombre de bosque flotante, conformando un ecosistema único para la flora y fauna de la zona.

El bosque de laurel

Cortegada, a simple vista puede parecer una isla más de la ría, sin embargo, cuando uno se acerca se va dando cuenta de las joyas naturales e históricas que incluye, en la que destaca el ya mencionado enorme bosque de laurel. Este se caracteriza por tener una arboleda muy densa, que mantiene la humedad y la temperatura durante todo el año, donde esta especie ha podido crecer hasta alcanzar los diez, trece e incluso diecisiete metros de altura y dos de diámetro.

El rápido crecimiento de este bosque se debe al abandono de las fincas de cultivo, la cuales estaban separadas por setos de laureles. Estos aprovecharon las condiciones de la tierra y el entorno para crecer y formar lo que a día de hoy conocemos.

Actualmente, ocupa varías hectáreas del terreno y convive con hasta 800 especies diferentes. Esto ha hecho que cuente con una variedad de fauna y flora única que ha atraído a numerosos expertos a realizar sus estudios.

Rutas por la isla

Para disfrutar de su espectacular entorno natural, la isla ofrece la posibilidad de hacer dos rutas circulares que permiten conocerla de una forma distinta. Además, ambos senderos tiene su punto de inicio en las ruinas de la ermita de la Virgen de los Milagros, construida en el año 1652.

La primera ruta rodea toda la isla, mientras que la segunda lo hace hasta la mitad para luego atravesarla por el centro. Esta última alternativa es la más completa, ya que a las vistas costeras se le suma una visita interior al bosque de laurel. Su recorrido también pasa junto a enormes eucaliptos y por los restos de una antiguo pueblo, que estuvo habitado hasta la donación de la isla al rey Alfonso XIII, en 1910.

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