Mariana Flores Melo - Coria del Río, el pueblo sevillano donde más de 400 personas descienden de los samuráis

Un pequeño pueblo con más de 400 vecinos que descienden de los samuráis, una bandera japonesa colgada en la fachada de su Ayuntamiento y ceremonias tradicionales niponas. Pero también clima mediterráneo, acento andaluz y la presencia del Guadalquivir. Todos estos elementos parecen extremadamente distantes entre ellos, como si habláramos de dos lugares en puntas diferentes del planeta. Pero nada más lejos de la realidad, ese es el día a día de Coria del Río, un pequeño pueblo sevillano con una historia ligada a Japón que se extiende desde hace más de cuatro siglos.

Allí, muchos comercios tienen sus nombres también en japonés y el principal parque de la villa muestra igualmente rotulaciones en ese idioma. Como si Coria fuese una extensión más del país asiático, todas las primaveras celebra el Hanami y cada 15 de agosto el Toro Nagashi. Y lo más importante: centenares de personas llevan con orgullo el apellido Japón, fruto de un legado ininterrumpido que dejó el paso de una expedición de samuráis por el pueblo.

El puerto de Coria y el Guadalquivir

El origen de Coria del Río no es muy diferente al resto de pueblos del Aljarafe. El Guadalquivir explica la existencia de estas localidades y ha marcado sus vidas desde los inicios. Esas aguas no solo traían la principal fuente de ingresos de la villa, sino que, durante la época colonial, su cauce llevaba todas las riquezas que entraban y salían de América en conexión con Sevilla.

Y es exactamente a través de ese río como explicamos ese legado japonés que ha llegado más vivo que nunca hasta nuestros días. "Durante los siglos XVI y XVII, el puerto de Coria funcionaba como un complemento del de Sevilla", cuenta a 20minutos Juan Manuel Suarez Japón, vicepresidente de la Asociación Hispano Japonesa Hasekura de Coria del Río. El cauce, a la altura del pueblo, tenía muy poca profundidad, de modo que los barcos grandes que iban desde de América a Sevilla, paraban en Coria y descargaban parte de sus mercancías para liberar peso y flotar más. "A la inversa era igual, cuando un barco se cargaba para ir a las Indias, hacía una parada en Coria para completar la carga", detalla Suárez.

Una inesperada llegada

En el siglo XVII una expedición de japoneses partió rumbo a España como "consecuencia de un deseo de los señores feudales japoneses de establecer relaciones comerciales con Nueva España". Esos señores feudales buscaban formar parte de la ruta de comercio que salía desde Filipinas hasta Nueva España por la cual se trasportaban todo tipo de riquezas, desde metales preciosos hasta sedas y especias. "Los japoneses necesitaban una autorización que tenía que darle la monarquía española y montaron la misión con la ayuda del franciscano Luis Sotelo, que vivía en Japón y veía como allí los cristianos estaba siendo maltratados", explica Suárez.

El religioso intentó llegar a un acuerdo: ayudaría en la expedición a cambio de que se garantizase la paz para los cristianos en Japón y que los misioneros pudieran seguir llegando a país nipón. Sin embargo, ninguna de las dos partes cumplió las peticiones. Tal y como detalla Suárez, "la monarquía española vio que los españoles que estaban en Filipinas y en lo que es hoy en día México y que tenían un negocio floreciente, no veían con buenos ojos que se metiera otro competidor en la ruta. Por otra parte, pedir que llegaran más misioneros a unas tierras donde los cristianos estaban siendo perseguidos era una petición imposible".

Entonces, el grupo de japoneses, formado por samuráis, religiosos y comerciantes, desembarcó en 1614 en el puerto de Coria como última parada antes de llegar a Sevilla. Las autoridades de la ciudad “habían recibido noticias de que iba a llegar un rey de un lugar desconocido y no sabían qué hacer con esa visita, así que hicieron una consulta al Consejo de Indias y al Consejo de Estado. Durante todo ese tiempo que tardaron en llegar las respuestas, los japoneses no pudieron entrar en Sevilla y se tuvieron que quedar en Coria”, cuenta el vicepresidente de la asociación.

Un legado ininterrumpido

El paso de los japoneses por Coria del Río dejó descendencia en el pueblo, hijos que adoptarían el apellido Japón. "Desde entonces hay una continuidad que no se interrumpe en ningún momento desde ese primer apellido Japón hasta la actualidad, que hay más de 400 personas que lo llevan", comenta Suárez.

Cuando la expedición se marchó de la localidad sevillana "se extendió un silencio y un desconocimiento mutuo que ha durado casi tres siglos", explica. Los japoneses no sabían que allí había varios centenares de personas con ese apellido, ni los corianos sabían que la expedición japonesa, antes de llegar a Sevilla, había pasado por su pueblo. A principio de los años 80, esos datos empezaron a conocerse, sobre todo por el trabajo de investigación de Virginio Carbajal Japón. Por otro lado, en 1984, el embajador japonés en España, Eikichi Hayashiya, descubrió la existencia de los Japón y decidió visitar Coria. A partir de ese momento, después de que el diplomático regresara a su país, la historia del pueblo sevillano empezó a conocerse en Japón.

Fue entonces cuando empezó a llegar un goteo constante de japoneses a la localidad. Al principio era personas aisladas, algún turista curioso o algún periodista, pero a día de hoy Coria y su legado nipón se ha convertido en todo un fenómeno turístico. "Entre otras cosas, los japoneses que vienen visitan la Ermita de San Juan Bautista, donde tenemos la certeza de que acudían los miembros de la expedición que se habían convertido al cristianismo durante el viaje, y la estatua de Hasekura, el samurái que estuvo al frente de la misión", señala Suárez.

Ceremonias tradicionales japonesas

El entonces príncipe Naruhito visitó Coria en 2013 y en los últimos 30 años todos los embajadores de Japón en España han visitado este fascinante pueblo sevillano. Uno de ellos, Jutaro Sakamoto impulsó en 1996 la creación de la Asociación Hispano Japonesa Hasekura de Coria del Río como un instrumento con el cual mantener y reafirmar esa relación y amistad entre Japón y Coria.

A día de hoy la asociación cuenta con un interesante programa de actividades que mantienen viva esa huella japonesa entre sus habitantes. "El punto más importante son unas jornadas de cultura japonesa que hacemos cada año en octubre (el mes que llegó la expedición)", cuenta. Además, cada 11 de marzo se lleva a cabo un acto para recordar a las víctimas del tsunami que afectó al país asiático duramente en 2011. A ello se suman otras actividades como concursos de haikus y una fiesta de la primavera similar a la famosa floración de los cerezos. Otro momento especial es el 15 de agosto, cuando se celebra el conocido como Toro Nagashi y se lanzan río abajo lámparas flotantes para recordar a los difuntos.

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