Mariana Flores Melo - El fenómeno de los #ruralfluencers: "Muestro la ganadería sin romanticismos y algunos me crucifican"

Es verano en Perlunes, un pintoresco pueblo ubicado en el montañoso parque natural de Somiedo, Asturias. A la zona alta, que los locales conocen como Las Brañas, llegan desde mayo cientos de animales traídos por pastores trashumantes desde los Valles Bajos y el pueblo y sus alrededores son conquistados por las vacas.

En 2021, sin embargo, empezaron a aparecer en las callejuelas que discurren entre la escasa docena de casas y el bar de Perlunes más y más visitantes que preguntaban por una mujer: Lucía Velasco, la "ruralfluencer" local.

Velasco, de 39 años, lleva más de dos compartiendo con sus decenas de miles de seguidores en redes sociales (83 mil en Facebook, 28 mil en Instagram y 5 mil en TikTok) el día a día de su vida como vaqueira, un tipo de contenido poco habitual pero que está encontrando cada vez más adeptos y, por tanto, más personas dispuestas a crearlo y publicarlo. Estamos ante el inesperado auge de los influencers del mundo rural.

"Vino mucha gente este año a verme, alucinas, exagerado, me llegaban ahí a la puerta de casa y el primer día decía: '¡Madre!'. Luego ya me acostumbré", declara Velasco, que lleva 20 años trashumando con sus cien vacas por Asturias, una actividad que la familia de su marido realiza desde hace cuatro siglos. "Les gusta conocer a las vacas, porque cuento cosas de ellas en mis redes, mi hija se ha hartado de subir a las Brañas porque vienen con los niños, ¡Les mandan para aquí hasta de la oficina de turismo!".

El ascenso de la "ruralfluencer" (un hashtag inventado por ella misma) asturiana empezó cuando, hace unos años, se dio cuenta de que sus publicaciones en las que aparecían fotos de vacas o terneros solían suscitar un inesperado interés.

"Trabajar de vaqueira antes era un tema poco tabú, la gente antiguamente no lo decía", explica Velasco, que viendo el éxito de sus publicaciones sobre el tema empezó a subir fotos de partos o vídeos en los que se contaba el día a día de su trabajo y de la vida en el entorno rural en general. "Vi que a la gente le gustaba más y fui metiéndome más en el mundo de lo qué comemos allí en las Brañas, cómo hacemos la matanza y no solo de la ganadería. Ahora a la gente le encanta ver los paisajes, sobre todo en Somiedo, les pongo vídeos de las montañas, las vacas…".

'Marketing' para el sector primario

Tras haber estudiado arquitectura técnica y haber trabajado un tiempo en el sector de la construcción, Antonio Torres, de 37 años, sintió que era el momento de decidir, y decidió volver a trabajar en la explotación agrícola familiar en su pueblo, Villarmentero de Esgueva, Valladolid.

"Empecé a poner cosas en Twitter porque me di cuenta del desconocimiento que tenían mis amigos de ciudad, de la escuela y la facultad, sobre el medio rural y también de que, cuando preguntaban se les creaba una curiosidad y les gustaba el tema", declara Torres, que tiene una cuenta en esta red social con 5.500 seguidores.

En ella sube fotos y vídeos (algunos de ellos grabados con un dron) de los paisajes castellanos en las distintas etapas del año, con los diferentes productos que cultiva en su explotación y con la diferente maquinaria que emplea para cada labor.

"Me di cuenta de que había que cambiar un poco la imagen de la agricultura actual, esa idea de que el agricultor es el que no vale para otra cosa o que puede ser cualquiera", explica Torres. "Creo que al sector le ha faltado marketing, hoy en día, lo importante no es cómo lo hagas, sino cómo lo cuentes y en el campo se hace todo muy bien y no hay medios que se hagan eco y no hay una empatía con el agricultor".

Igual que Torres, Irene Nonay, de 29 años, regresó a la explotación familiar, ubicada en las Bardenas Reales de Navarra, tras haber estudiado fuera. En su caso, lo que le motivó a empezar a contar su nueva actividad en redes sociales no fue tanto saciar la curiosidad de sus amigos, sino contrarrestar una reacción negativa de parte de su entorno hacia su regreso al campo.

"Cambias de actividad profesional al campo y está poco valorado y ves que hay gente que pone una cara de sorpresa diciendo: 'Si has terminado la universidad, si has estudiado, ¿Por qué quieres ir al campo?'", explica Nonay. "Mi familia y mis amigos que me conocen saben que yo ya tenía un vínculo con el campo y la naturaleza, pero la gente que no te conoce tanto su primera reacción es poner una cara de sorpresa y a veces no de sorpresa positiva".

Desde su finca de almendros, Nonay comparte fotos y vídeos en sus cuentas de Twitter (22 mil seguidores) e Instagram (5 mil) sobre su día a día en el campo "sin pensarlo mucho": el ciclo de los cultivos a lo largo del año, la siembra, la recolecta, un zorro, un buitre, sus perros… Igual que Torres, su objetivo es aportar su granito de arena a estrechar esa zanja de conocimiento que se ha generado entre la ciudad y el campo en las últimas décadas.

"A veces me preguntan: '¿Pero ahora es temporada de brócoli?, ¿Ahora se cosecha?'. Hace unos años, en España, todo el mundo sabía esto porque el círculo de producción era más pequeño que ahora", opina Nonay. "Ahora, hay gente que ni siquiera se ha planteado qué ha pasado con un producto hasta que está envasado en un supermercado para que tú lo compres eso es algo que hace 50 años yo creo que todo el mundo sabía".

‘Haters’ y polémicas

Aunque pudiera parecer un contenido libre de las sempiternas discusiones a cara de perro escondidas tras identidades anónimas de las redes sociales, especialmente de Twitter, el relato de la vida rural llega también a levantar ampollas. Bien lo sabe Rocío García, una salmantina de 39 años que se hizo cargo en 2017 de la explotación ganadera de su familia ubicada junto a la localidad de Ledesma.

Tras años compartiendo contenidos sobre su trabajo y sus animales, una inocente imagen publicada en Twitter de una vaca morucha -una raza salmantina empleada fundamentalmente para la producción de carne-, generó una airada reacción de otro usuario -al que ella describe como un "clásico hater"- que lo confundió con una defensa de la tauromaquia. García, aficionada de hecho a los toros, decidió hacer un hilo defendiendo esta polémica tradición que se volvió viral.

"Pasé de tener 88 seguidores a ser una auténtica locura", declara García, que ahora tiene 7.000 seguidores en Twitter. "Contaba cosas muy básicas como que es propio de la Península Ibérica, que apoyarlo es conservar un acervo genético y, a partir de ahí, me fui dando cuenta de la desconexión tan grande entre el mundo primario y el resto de España y empecé a hacer hilos super básicos".

Esos hilos, que hablaban de cuestiones cotidianas del mundo ganadero generalmente desconocidos por la población urbana, como el destete de los terneros en primavera, generaron reacciones tanto positivas como muy negativas. "Todo el mundo come carne, pero no saben cómo se produce la carne. Esto no es Disney, lo que hago es mostrar el sector ganadero sin romanticismos y hay gente a la que no le gusta. En cuanto pongo algo sobre que hay que consumir más carne o que hay que ir a los toros… ahí ya me han crucificado".

Salvaguardar la identidad de los pueblos

Dentro de esta ola de nuevos influencers de la España rural se han colado algunas cuentas, las menos, que no hablan de agricultura ni ganadería, sino sobre aspectos más culturales de la vida en los pueblos. Es el caso de la cuenta de Instagram de Alberto Gorbea, un restaurador de monumentos históricos de 41 años, que sube cada día la imagen de un frontón de los distintos juegos de pelota practicados por todo el país.

"Entre presupuestos, estudios de obras y tal me tocaba moverme bastante por toda Castilla y León y llevaba tiempo haciendo fotos a los frontones de los pueblos", declara Gorbea, que es madrileño pero pasa buena parte del año en Miño, un pequeño pueblo de Soria donde tiene radicada su empresa de restauración y en cuyo frontón habrá jugado miles de partidos.

"Al principio, el de Miño ni lo valoras, pero vas viendo en otros lados cómo son y cómo van jugando y cada uno tiene su truquillo y sus características especiales", explica Gorbea. "Luego te vas dando cuenta que tiene un poco más de aspecto cultural, que es un elemento patrimonial del pueblo porque la mayoría tienen más de cien años y son parte de la cultura del pueblo".

Lo que empezó siendo un recopilatorio sin mayor ambición que dar salida a las decenas de fotos que había hecho durante meses -su novia le decía sarcásticamente que quería ser un influencer- acabó suscitando cada vez más atención. Los seguidores de la cuenta empezaron a mandar sus propias fotos de frontones y, ahora, Gorbea admite que le será imposible publicar todas en un plazo razonable.

"La idea es hacer una publicación al día nada mas, para ir descubriendo un rincón al día, y no me da tiempo, tengo ya acumuladas 300 y pico fotos de gente que me las manda y cada día es que me llegan dos o tres frontones diferentes, es una salvajada", relata Gorbea, cuya cuenta de Instagram tiene, tras menos de dos años de funcionamiento, casi 4.000 seguidores. "Pero muy bien porque parece que le gusta a la gente, dentro de lo que es la cuenta que es muy modesta".

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