Mariana Flores Melo - Parque Natural de Ría Formosa, una de las 7 maravillas de Portugal

A solo dos pasos, Portugal es siempre un destino que merece la pena; una garantía en términos turísticos. De entrada, buen tiempo, gente amable y hospitalaria, y una gastronomía variada y rica. Pero es que además, también Portugal tiene un patrimonio natural digno de mención.

En todo listado de las maravillas portuguesas siempre aparece el Parque Natural de Ría Formosa. Se extiende a lo largo de 60 kilómetros de costa entre las ciudades portuguesas de Loulé, Faro, Olhão, Tavira e Vila Real de Santo António. Allí convergen naturaleza salvaje, bahías desiertas y aguas turquesas.

Se trata de un sistema orográfico de “islas barrera”, que comunican con el mar a través de seis ensenadas y donde se hallan algunas de las islas más bonitas del continente: Cabanas, Tavira, Armona, Culatra y Barreta. El paisaje está configurado por una mezcla caprichosa de arenales, marismas, islotes y canales, señas de identidad de un lugar bendecido por la naturaleza.

Esta reserva natural, protegida desde los años 80, alberga cientos de especies durante la época de migraciones, pero también otras autóctonas que no se pueden hallar en ninguna otra parte, como el Swamphen púrpura o gallina de pantano, de un color azul intenso, que es, de hecho, el símbolo del parque natural. Respaldado por el Convenio de Ramsar, es un espacio privilegiado para el avistamiento de aves.

Una de las mejores maneras de comenzar la ruta por Ría Formosa es acudir al Centro de Educación Ambiental de Marim, donde se informa a los turistas de posibles senderos peatonales y observatorios de aves para quienes emprendan el camino a pie. También existe la opción de visitar la ría a bordo; el propio parque organiza excursiones en antiguos barcos atuneros que hasta hace unas décadas utilizaban los pescadores del Algarve.

Imprescindible es también pasar un día en la Playa do Barril, frente al municipio de Santa Luzia, a donde se puede llegar en tren turístico. En esta playa hay una zona de restaurantes y tiendas, pero su rincón más peculiar lo componen las más de 200 anclas oxidadas varadas en la arena. Es el mayor “cementerio de anclas” de todo el sur de Europa.

Otra parada muy recomendable en el camino son las Salinas de Tavira. Las aguas cristalinas y la ausencia de contaminantes industriales hacen posible la recolección de la sal, como una de las actividades económicas principales de la región, junto a la agricultura y la pesca a pequeña escala. Solo tendremos que dirigirnos al extremo norte del parque natural para poder ser testigos de este proceso de extracción, que ha modelado un paisaje de contrastes entre el blanco de la sal y el azul del cielo.

No podemos dejar de visitar Tavira (foto inferior), una ciudad que respira cultura, ocio e historia por los cuatro costados. Merece la pena detenerse en sus templos, ermitas y ruinas, pasear por sus calles, especialmente por las tiendas de artesanía de Rua da Liberdade o por la Borda d’Àgua da Asseca, paralela al río Gilão. En ella podemos descubrir todas las influencias que han marcado el devenir histórico del Algarve.

En la Ría Formosa, como en todo el Algarve, las actividades al aire libre están aseguradas por tierra, agua y aire. Aquí también se puede practicar vela, windsurf, stand up paddle o navegar en una canoa para descubrir de primera mano todos los secretos naturales de este parque natural.



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