Mariana Flores Melo - ¡Qué fortuna la mía!

Jornadas de reflexión, tiempo de comienzos, de reseteo y de días en familia. ¿Somos conscientes de lo que tenemos? Yo, cada vez más. Como canta Sergio Dalma: "¡Qué fortuna la mía!". Qué suerte tengo al ser de Galilea: un pueblo riojano de unos 300 habitantes que se llama como la prota de ese temazo atemporal que tantas veces he coreado a pleno pulmón.

¿Es mejor la vida en el pueblo? No lo sé, pero cuando llevas tantos años en la gran ciudad y vuelves para recordar pequeños placeres, valores y lo que es respirar aire limpio… lo parece. Amo vivir en Madrid, me fascina Barcelona y disfruto viajando a cualquier sitio lleno de bullicio, pero siendo ‘riojadrileño’… ¡Qué suerte tengo de poder pasar tiempo en el mundo rural!

Conservo a mis amigos de siempre, saludo a mis vecinos con un "¡Aupa!" y soy capaz de pincharme sin dolor cogiendo moras o de subirme a un árbol cual monito tropical –aunque esto último me salió mal hace un par de días y acabé en urgencias con el hombro descoyuntado–.

Fortuna por mis orígenes, por la educación que me ha dado el pueblo y por mi salud. Ahora que estoy mermado, con el brazo en cabestrillo –durante al menos 3 semanas– y escribiendo estas líneas con la zurda al mismo ritmo que una tortuga vaga, me doy cuenta de lo privilegiado que soy cuando todo está bien. La vida cambia en cuestión de segundos: lo común se transforma en imposible, las pequeñas cosas cobran más importancia que nunca y hasta el amor se puede transformar en traición en un abrir y cerrar de ojos.

Ahora que estoy mermado, me doy cuenta de lo privilegiado que soy cuando todo está bien

Gracias al hospital San Pedro de Logroño. ¡Qué suerte de sanidad pública que en poco más de 30 minutos encaja tus piezas! ¡Qué lujo de familia y amigos que saben reaccionar a tiempo! ¡Qué fortuna ser de pueblo! ¡Qué bien sienta respirar aire limpio y poder ver, hablar, caminar y trepar a un árbol!

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