Mariana Flores Melo - Los pueblos y ciudades de España con impresionantes castillos templarios

PEÑÍSCOLA (Castellón)

Alcanza una altura de 64 metros sobre el nivel del mar, encaramado como está sobre el peñón que domina esta turística localidad, en la comarca del Bajo Maestrazgo. Aunque su inquilino más famoso fue el Papa Luna, el castillo tiene vida e historia más allá de él. De origen árabe, fue totalmente remodelado por los templarios, que vivieron en él entre los años 1294 y 1307. Ellos fueron los responsables de la mayor parte de sus dependencias, así como de los muros de piedra labrada y de las bóvedas de cañón que tan bien identifican esta fortaleza, que ejerce casi como una isla sobre el mar Mediterráneo.

MONZÓN (Huesca)

La silueta de Monzón, capital de la comarca del Cinca Medio, es fácilmente reconocible en la distancia. El pueblo y sus casas se sitúan a los pies de su castillo, que, elevado sobre una colina, domina todo el entorno. Antiguo bastión árabe, fue, desde el año 1143, sede principal de la encomienda templaria de la Corona de Aragón, donde se educaría tiempo después, aún siendo niño, Jaime I el Conquistador. Los templarios añadieron elementos a la fortaleza original, entre ellos galerías subterráneas. Hoy alberga un Centro de Interpretación sobre el fascinante mundo de los monjes-guerreros.

JEREZ DE LOS CABALLEROS (Badajoz)

Los caballeros de la Orden el Temple ayudaron al rey Alfonso IX durante la reconquista de Jerez de los Caballeros, que ya contaba entonces con un castillo del que pasaron a ser propietarios. Construida alrededor de un gran patio central, con forma de pentágono, la fortaleza fue protegida por muros mientras vivieron en ella. Su estancia se prolongó durante un siglo hasta que el Papa Clemente V decidió, en el año 1312, la abolición de los monjes-soldado. Los que no quisieron marcharse murieron, degollados, en la Torre del Homenaje, conocida como la Torre Sangrienta.

PONFERRADA (León)

Cuando en el año 1178 Ponferrada, en la comarca de El Bierzo, pasó a depender de la Orden del Temple por donación de los reyes leoneses, los templarios hicieron suya esta fortaleza que, anteriormente, había sido un castro y ciudadela romana. Un siglo después ya había sido mejorada con el fin de proteger a los peregrinos que hacían el Camino de Santiago. Los antiguos caballeros sabían mucho de alquimia: se cree que sus doce torres originales tenían la forma de las constelaciones. Cuenta con una biblioteca templaria, formada por más de mil volúmenes, entre facsímiles manuscritos y copias de incunables.

MIRAVET (Tarragona)

Construido en la cima de un cerro, a unos cien metros de altura sobre el río Ebro, el castillo de Miravet es uno de los mejores ejemplos de arquitectura militar templaria que han llegado hasta nuestros días. Y eso que la antigua fortaleza andalusí fue rehecha en muy poco tiempo, después de que, en 1153, el rey Ramón Berenguer IV se lo cediera a los templarios. Ellos construyeron la estructura poligonal del recinto, con cinco torres, contrafuertes y un patio de armas, alrededor del cual se distribuyen las dependencias. La Torre del Tesoro contenía el archivo de la Orden.

TORTOSA (Tarragona)

En la vega del Ebro, escoltado por las montañas de Beceite, el castillo de la Zuda, fue mandado construir por por Abderramán III en la parte más alta de Tortosa. La fortaleza fue conquistada en 1148 y el cerro fue dividido entre los vencedores: los genoveses, los Montcada y los templarios. Poco después, Ramón Berenguer compró su parte a los genoveses y, en 1182, el rey Alfonso I la cedió por entero a la Orden del Temple, bajo cuyo mandato tuvo una función defensiva. En ocasiones fue residencia real: se dice que Jaime I planeó desde aquí la conquista de Valencia.

CARAVACA DE LA CRUZ (Murcia)

Aunque el castillo se encuentra muy transformado, fruto del devenir de la historia, el paso de los templarios hizo mella en lo que originalmente fue una fortaleza árabe. Fue el rey Alfonso X quien ofreció este bastión, desde donde se controlaban todas las vías de comunicación que conectaban la zona con el interior de la Península, a la Orden del Temple tras finalizar la revuelta mudéjar en el año-1266. Fue la única encomienda que tuvieron en el reino de Murcia. De la bailía creada dependían también el castillo de Cehegín y el de Bullas.

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