Mariana Flores Melo - La ruta por los pueblos de Mallorca más bonitos y menos conocidos por los turistas

La belleza de la isla de Mallorca es indiscutible. Las imponentes montañas de la Sierra de Tramuntana, los extensos campos en el corazón de la isla, una costa marcada por las playas y calas paradisiacas… y todo ello rodeado del basto mar Mediterráneo. La naturaleza mallorquina es uno de sus puntos fuertes, pero no podemos olvidar los pintorescos pueblos que se ubican a lo largo y ancho de la isla.

Villas medievales, pueblos marineros, lugares con el encanto propio del medio rural. De esta manera, nos embarcamos en un viaje por Mallorca en busca de los pueblos no solo más bonitos, sino que han escapado de las guías turísticas y las masificaciones.

La esencia marinera de Portocolom

Refugio de los navegantes del Mediterráneo en el pasado, fue puerto de parada obligatoria en la antigua ruta del comercio de vino con el sur de Francia. El pequeño pueblo de Portocolom esconde una larga historia detrás.

La villa marinera aparece ya en los documentos del siglo XIII, y es que su puerto natural cuenta con una gran tradición comercial. El primer muelle se construyó en el año 1828, y hasta finales del siglo XIX, desde Portocolom salía anualmente más cantidad de vino que de todos los puertos de las Islas Baleares juntos.

A día de hoy, es uno de los enclaves más pintorescos de toda Mallorca. En su horizonte destaca San Salvador, un santuario de antiquísima devoción mariana desde donde podemos disfrutar de las mejores vistas del pueblo, y el Castillo de Santueri, erigido con el objetivo de defenderse de piratas y corsarios.

Pero la estampa más bonita del pueblo es, sin duda, su colorido puerto, rodeado de casas tradicionales y pequeñas embarcaciones. Todo ello bajo un ambiente siempre relajado que invita a pasar más de un día conociendo la villa. Además, se trata del “puerto natural más grande de Mallorca”, nos cuenta Silvia Fuster desde el Departamento de Turismo del Ayuntamiento de Felanitx.

Según explica Fuster, lo que diferencia a este municipio de otros es que cuenta con “un núcleo antiguo, algo que normalmente no suele verse en zonas de costa, donde es todo más nuevo”. “El encanto que tiene Portocolom es su arquitectura, el aspecto del pueblo como una villa pesquera”, detalla.

De esta manera, la localidad aún desprende ese espíritu marinero de antaño, y es que sus tradiciones se mantienen muy vivas. Por ejemplo, una buena fecha para visitarlo es durante sus fiestas patronales, celebradas la segunda quincena de julio. El 16 de julio se lleva a cabo una procesión marinera portando a la Virgen, además de conciertos al aire libre y fuegos artificiales.

Y no olvidamos uno de los puntos fuertes del pueblo, su rica gastronomía. Portocolom cuenta con numerosos bares y restaurantes donde el viajero puede descansar y degustar deliciosos platos típicos de la cocina local y mallorquina, sobre todo con ingredientes como el pescado y el marisco fresco marinados con los vinos de la tierra.

Fornalutx, en el corazón de la sierra

En el mismísimo corazón de la Sierra de Tramuntana y surcado por un profundo valle custodiado por el Puig Major, el punto más alto de Mallorca, el pueblo de Fornalutx sorprende al viajero por su belleza y su inmenso valor arquitectónico y paisajístico. Su origen lo encontramos durante la conquista árabe, en una pequeña comunidad rural que, con el paso del tiempo, fue creciendo hasta convertirse en un pueblo próspero.

El trazado irregular de Fornalutx nos invita a perdernos por sus calles, hasta toparnos con edificios tan simbólicos como el Ayuntamiento, la torre defensiva adosada a este y la iglesia del siglo XIII. Esta última la encontramos en el punto donde se concentra la vida social de Fornalutx, la Plaza de España, rodeada de bares y restaurantes. El mejor lugar donde relajarse con el ambiente calmado del pueblo y probar algún plato de la gastronomía local.

El paseo por el pueblo nos lleva hasta Can Xoroi, una antigua casona reconvertida en centro cultural. Aquí podemos adentrarnos en la cultura de Fornalutx a través de la exposición permanente que se exhibe: una colección de 278 tejas pintadas desde el siglo XVI hasta 1781. De igual manera, el centro cuenta con una interesante exposición de fotografías antiguas donde podremos ver la evolución del pueblo con el paso de los años.

El entorno natural de Fornalutx permite hacer diversas rutas y excursiones. Por ejemplo, el ‘Camí de l‘Alzina Fumadora’, un recorrido entre huertos y olivares que parte desde la propia población hasta las tierras de Sa Bassa.

Deià, entre el mar y la montaña

En lo alto de la Sierra de Tramuntana, con unas vistas espectaculares del Mediterráneo, se alza el pintoresco pueblo de Deià. Pasear por sus calles empedradas y contemplar sus casas de piedra típicas de la arquitectura mallorquina ya es toda una experiencia. A esto se suma “su entorno natural que combina las montañas y el mar”, nos cuenta Lluís Apesteguia, alcalde de Deià.

El olor de la brisa marina se mezcla con el de la tierra mojada, y el silencio y la tranquilidad del pueblo solo se ve interrumpido por el cantar de los pájaros y el agua que baja por los torrentes.

Apesteguia remarca “la relación del pueblo con el arte”, y es que con un ambiente así no es casual que numerosos artistas encontrasen su inspiración en Deià. “Sobre todo durante el siglo XX, artistas de todas las disciplinas cultivaron aquí su profesión”, señala el alcalde, como por ejemplo, el compositor Manuel de Falla, los pintores Leman, Junyer y Russinyol o los poetas Robert Graves y Laura Riding.

Uno de los edificios más importantes de Deià es la iglesia de Juan Bautista (XIV), desde donde podemos deleitarnos de las vistas más espectaculares de la villa. Pero en este sentido, la joya de la corona es el mirador de la finca de Son Marroig. Aquí, la inmensidad del Mediterráneo se extiende ante nuestros ojos, pero si llevamos la mirada un poco más abajo, nos toparemos con La Foradada, una península de la propia Sierra de Tramuntana que se adentra en el mar con una curiosa forma: un agujero en medio que la atraviesa de lado a lado. Sin duda, el lugar perfecto para disfrutar del atardecer.

Y además de las opciones de senderismo que ofrece el entorno del pueblo, uno de los mejores planes es bajar hasta su preciosa playa, Cala Deià. En tan solo 70 metros de ancho, se crea un paisaje de ensueño que combina el verdor de las altas montañas que rodean la cala, el turquesa de sus limpias aguas y el azul del cielo.

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