Mariana Flores Melo - Por las montañas mágicas: un paseo por el Prepirineo de Huesca descubriendo los Mallos de Riglos
Los aragoneses les dicen mallos. Se refieren así a una formación geológica vertical (diríamos que una síntesis de montaña) que está o aparenta estar exenta. Son característicos del valle del Ebro y del resto del Pirineo, son espectaculares y son mágicos.
A la búsqueda de estos mallos nos acercamos a los del Prepirineo aragonés, que están protegidos bajo la figura Monumento Natural de los Mallos de Riglos, Aguero y Peña Rueba. Se crearon cuando se formaron los Pirineos, hace unos 65 millones de años. Después, la erosión del agua los ha ido aislando y modelando, dando lugar a las actuales paredes rocosas gigantes que se reparten por la cara sur de las sierras exteriores del Prepirineo de Huesca.
Los mallos de Riglos, situados a orillas del río Gállego y junto a la localidad del mismo nombre, son los más famosos. El mejor momento para visitarlos es el atardecer, cuando su característico color rojizo se acentúa y contemplarlos es todavía más espectacular.
Sobre sus cimas redondeadas vuelan constantemente buitres y otras aves rapaces. Avistarlas es otro de los encantos de este territorio envuelto en leyendas que se ha convertido en referente para escaladores de todo el mundo. Los Mallos de Riglos son un paraíso para montañeros y amantes de la naturaleza.
Diversos itinerarios senderistas recorren estas impresionantes moles que llegan a alcanzar los 300 metros de altura. Sólo en Riglos se han marcado unas 200 vías de escalada, la mayoría de elevada dificultad.
Destacamos los de Riglos, pero ya hemos dicho que en esta misma zona de Huesca están los de Agüero, Vadiello, Murillo de Gállego y el Salto de Roldán, entre otros.
Aunque a algunos mallos como la Visera, el Melchor Frechín, el mallo del Agua, el Paredón de los Buitres o el Macizo d'os Fils se puede acceder caminando hasta su parte superior, en el resto de mallos es obligado escalar sus espectaculares paredes verticales para lograr coronar cima.
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