Mariana Flores Melo - Dónde viajar cerca: cinco pueblos de Francia que merecen ser conocidos

San Juan de Luz, cuna de los “macarons”

Menos afamada que las cercanas Hendaya, Biarritz y Bayona, San Juan de Luz es una población cosmopolita orillada al Atlántico que combina tradiciones, compras, historia y un montón de entretenidas posibilidades de ocio. Comparte esta cosmopolita urbe puerto con Ciboure. Cada una en una orilla de la desembocadura del Nivelle, el río es una raya que, antes que separar, une a las villas hermanas. El puerto mantiene una pequeña flota de barcos pesqueros. Ver faenar a sus pescadores, si se llega a primera hora de la mañana, es una obligación. A mediodía, lo es tomarse unas sardinas en la Grillerie du Port.

Imprescindible entrar en Maison Adam, pastelería de donde hace tres siglos salieron los primeros "macarons"

Pegada al puerto, la Plaza Louis XIV es el epicentro de la villa. Alrededor de su quiosco de música, un círculo de pintores enseña lo que son capaces de hacer sus más o menos hábiles pinceles. Alrededor, una sucesión de terrazas ocupa gran parte del espacio. Aquí abre su fachada la Maison Louis XIV, donde se alojó el rey en 1660, cuando se casó con María Teresa de Austria y Borbón. Cerrada estos meses, los ojos se marchan justo enfrente, hasta una fachada recubierta de pimientos. Es Maison Adam. Imprescindible entrar en esta pastelería de donde hace tres siglos salieron los primeros macarons. Continúan haciéndolos con la misma receta familiar y secreta.

El paseo por la peatonal rue Gambetta brinda la ocasión de hacerse con una txapela del color más impensable que se pueda imaginar, unas alpargatas, trapos de cocina y variados productos gastronómicos, con los patés de La Pitchouli y las sardinas de La belle-iloise a la cabeza.

Saint-Jean-Pied-de-Port, en el Camino de Santiago

Estamos en el que estos meses tal vez sea el pueblo más visitado de la porción occidental de los Pirineos. La inmensa mayoría de quienes vienen están de paso. Son peregrinos que se disponen a subir el puerto –solo 8 kilómetros– que da apellido a la localidad y empezar en Roncesvalles, ya España, el Camino de Santiago.

La vista del pueblo, justo en la orilla del Nive, el puente romano sobre la corriente y la torre de la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción es la imagen con la que la antigua fortaleza recibe al visitante. Ya a pie, en plan peregrino, hay que cruzar el puente desde la rue d’Espagne y entrar en el casco antiguo por la puerta abierta en la muralla bajo la torre del templo.

Los peregrinos suben el puerto que da nombre a la localidad para, ya en España, empezar el Camino de Santiago

El recorrido por la empinada rue de la Citadelle es la mejor manera de conocer la pequeña población. Discurre su empinado empedrado entre casas históricas. En el dintel de alguna aparece la fecha de 1619. Albergan restaurantes, hoteles, albergues de peregrinos y tiendas de artesanía. Varios carteles anuncian que se venden algunas, los negocios que albergaban no han podido resistir el azote de la pandemia. La calle concluye en lo alto de la población, en otra puerta abierta en la muralla. Es la de Santiago, calificada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Al otro lado sigue el Camino de Santiago.

Es interesante calcular la visita de manera que coincida con un lunes, día del mercado semanal. Destacan los puestos de pequeños productores que venden sus quesos, embutidos y, cómo no, pimientos de la cercana Espelette. A eso de las doce –aquí se come temprano– es el momento de disfrutar de un ágape en el mercado cubierto.

Luz Saint-Sauveur, meca de ciclistas y esquiadores

Si Saint-Jean-Pied-de-Port lo conocen sobre todo los peregrinos, Luz Saint-Sauveur es referencia para los amantes del ciclismo. Un rosario de puertos de montaña, cols les llaman por aquí, se inician en esta localidad considerada la capital de los Altos Pirineos.

Luz, el reino de la bici, proclaman los carteles turísticos. No mienten. Las subidas de por aquí dejan sin aliento. Con decir su nombre es suficiente: Hautacam, Col des Tentes, Luz Ardiden, Soulor, Couraduque y, como traca final, Aubisque y Tourmalet.

"Luz, el reino de la bici", proclaman los carteles turísticos. No mienten. Las subidas de por aquí dejan sin aliento

No es lo único de la villa. En los alrededores aguardan las estaciones de esquí de Luz Ardiden, Gavarnie y Grand Tourmalet. Eso si es invierno. En verano, el circo de Gavarnie, Pont d’Espagne y Vignemale atraen a centenares de excursionistas y montañeros. La sucesión de tiendas dedicadas al esquí, el montañismo, el ciclismo y demás actividades al aire libre de la céntrica Plaza del 8 de Mayo certifican la vocación deportiva de Luz.

Entre tanta actividad cuesta encontrar un momento para conocer la población. Hay que encontrarlo y pasear por el casco viejo. En su centro el edificio más singular de la villa y uno de los más extraordinarios de los Pirineos: la Eglise des Templiers, la Iglesia de los Templarios. Es uno de los escasos templos amurallados de la cadena montañosa. Fue construido para defenderse de las razias de bandoleros y migueletes venidos del otro lado de la frontera. En la misma plaza del templo, el Hôtel Les Templiers ofrece un ambiente familiar y tranquilo.

Villefranche-de-Coflent, belleza y patrimonio

Incluido en todas las listas de los pueblos más bonitos de Francia, esta localidad amurallada se localiza en la región de Conflent, al pie de los Pirineos Orientales. Apenas a 50 kilómetros de Perpiñán y bajo el Canigó, la montaña sagrada de Cataluña, esta pequeña población, no más de 200 habitantes, destaca por su íntima ciudadela.

Declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, Villefranche-de-Conflent se alza entre las históricas regiones del Roseñón y la Cerdaña. Una posición estratégica que decidió su orden y futuro desde su fundación en 1090 y que la hizo pasar por diferentes manos a lo largo de la historia: condado de Barcelona, Corona de Aragón y francesa desde el siglo XVII con la firma del Tratado de los Pirineos.

Esta pequeña población, de no más de 200 habitantes y declarada Patrimonio de la Humanidad, destaca por su íntima ciudadela

Fue entonces cuando el marqués de Vauban mandó construir diferentes fortificaciones defensivas en la región, como el cercano Fort Liberia. También se levantaron las murallas de Villefranche, que la convierten en una Cascasona en miniatura.

En su interior un conjunto histórico y de arquitectura tradicional que merece nota. Recorrer las calles de Santiago y San Juan, y admirarse con la iglesia románica de Saint-Jaques, la Torre Solanell y la Cueva Bastera es una relajante delicia. Sobre todo si se buscan los momentos y los días con menos afluencia de visitantes.

Coilloure, la perla de la Costa Roja

Aunque en este pueblo, donde la luz del Mediterráneo es protagonista, se encargan de señalar que aquí vinieron en busca de inspiración Mattisse y Pablo Picasso, entre otros pintores, en nuestro lado de la frontera Colliure es conocido por ser donde descansan los restos de Antonio Machado. En este recogido pueblecito de la Costa Roja se refugió el poeta español al terminar la Guerra Civil española. Aquí permaneció hasta el final de sus días, en una casa que todavía se mantiene en pie.

Colliure es conocido por ser donde descansan los restos de Antonio Machado, en cuya sencilla tumba nunca faltan las flores

Por seguir con la creatividad, Coilloure presume de tener un Museo de Arte Moderno. Creado por el pintor ruso-polaco Jean Peské, las más de 1.400 piezas que alberga, entre las que hay obras de Matisse, Cocteau y Camoin, entre otros, señalan su importancia.

Arracimado en torno a la pequeña bahía Ansa de la Baleta, el recinto medieval es un dédalo de callejas que se acoplan a casas de fachadas de sorprendentes colores. Su atractivo, unido al del pequeño puerto de pescadores, justifican el apelativo de Coilloure: la Perla de la Costa Roja.

No debe obviarse la visita al cementerio. Sobre la sencilla tumba de Don Antonio nunca faltan las flores, dejadas por anónimos admiradores del, para muchos, considerado mejor poeta de la lengua española.



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