Mariana Flores Melo - Los diez miradores con las mejores vistas del Algarve

Pese a la pandemia, no perdemos las ganas de viajar... mientras podamos. Portugal está a dos pasos. Es un país que ha resultado muy poco castigado por la Covid y además es, como sabemos, un país maravilloso.

Dentro del país luso, el Algarve es ya un destino mundialmente conocido. Temperaturas agradables, incluso en octubre y hasta bien entrado noviembre, sol, aire puro y naturaleza. Su costa aparece dibujada por acantilados de color ocre y rojizo, salpicada de cuevas, islotes de piedra y recovecos que pintan paisajes únicos.

Para revisitarlo o para descubrirlo, aquí repasamos los diez miradores con las mejores vistas de los 200 kilómetros de costa del Algarve, desde los más próximos a Huelva hasta la Costa Vicentina. Toma nota porque son las mejores panorámicas del sur de Portugal.

Entrando al Algarve por el sureste, nada más cruzar el puente sobre el Río Guadiana, la pequeña aldea de Cacela Velha merece una parada. Es chiquitita, pero resume todo el encanto del Algarve en sus poquitas calles empedradas de casas pintadas de blanco y azul, sus buganvillas y, sobretodo, sus vistas desde la pequeña fortaleza del siglo XVII encaramada en lo alto de un acantilado: un mirador privilegiado sobre el mar y el Parque Natural de Ría Formosa.

Siguiendo hacia el este, imposible no detenerse en Tavira. Su personal belleza late en sus calles sinuosas flanqueadas por puertas de reja y asciende a las torres y cúpulas de sus decenas de iglesias. Y por supuesto, al castillo, que regala unas sus preciosas vistas de los jardines, los techos de Tavira, el río Gilão, dividiendo “las dos Taviras” y, el paisaje verde de ría Formosa fundido en azul mar que rodea la ciudad.

Para disfrutar de las mejores vistas en la capital de la región hay que entrar en el casco antiguo. Es fundamental perderse un rato por él callejeando. Luego toca ascender los 80 escalones que conducen a la torre campanario de la Catedral de Faro. El esfuerzo merece la pena: las vistas de la ciudad vieja, el puerto deportivo y la Ría Formosa son un regalo.

Siguiendo viaje hacia el oeste, llegamos a Albufeira para detenernos, no en sus playas más famosas (Falésia, Maria Luísa o los Alemanes), sino para adentrarnos en la malla urbana. En pleno centro, la Praia do Peneco debe su nombre a un enorme peñasco de tonos ocres instalado en medio del arenal. Otro de los símbolos de la playa, ya de origen artificial, es un elevador que permite descender desde el acantilado al sector oeste del arenal: excelentes vistas.

Habremos visto Praia da Marinha en foto una y mil veces, porque es un icono en la región y una de las playas más buscadas. En su alto, el mirador ofrece la estampa perfectamente idílica y ensoñadora de esta famosa localización.

Ya en Lagos, el Mirador de Atalaia es el lugar donde observar la famosa Ponta da Piedade. Este icónico emplazamiento es un tesoro paisajístico, hecho a base de aguas cristalinas y rocas ocres que dibujan arcos, pequeñas cuevas y galerías, entre las que se aventuran los kayaks y las barcas. También cabe la opción de descender los 20 metros de profundidad hasta el agua: unas escaleras conducen precipicio abajo hasta un pequeño amarre de pescadores.

Muy cerca queda la Praia do Camilo, otro clásico de la región, con su fotografiada escalera de acceso a esta pequeñita playa. La escalera regala unas bonitas vistas del escenario perfecto que forman el bosque de pinos que puebla el acantilado, descendiendo a una calita enmarcada por rocas y algares de 25 metros de altura. La playa conecta con otras tres, a las que se accede a través de túneles excavados en la roca.

Nuestra siguiente parada es en Sagres, en el famoso Cabo de San Vicente. Su atardecer hay que verlo: el sol rojo fundiéndose en las aguas del Atlántico, al tiempo que la luz se colorea de anaranjado a púrpura hasta extinguirse. Por el día, la brutal belleza diurna de un paisaje inmenso, de escarpadas paredes estrellándose en el Atlántico y playas escondidas donde los surfers hacen su agosto.

Ya en la Costa Vicentina, la costa oeste del Algarve, es fácil disfrutar de buenas vistas en tranquilidad y silencio. Hay puntos donde las vistas son si cabe aún más espectaculares y esta particular ruta nuestra nos lleva a dos. Por un lado, a la playa de Arrifana, una de las más buscadas por los amantes de las olas. Allí mismo, en la cima de un acantilado, frente a una roca gigante en medio del Atlántico (conocida como “Pedra de Agulha”), se ubica el Mirador de Arrifana. Otro lugar a no perderse es el Mirador de Castelejo, una ubicación privilegiada para disfrutar de una panorámica sublime de toda la franja costera, muy recomendado también para ver la puesta de sol.



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