Mariana Flores Melo - ¿Cómo estrenarse con el 'slow travel'? Empieza por la "vergüenza de volar"

20MINUTOS.ES/EFE

  • Una decena de municipios españoles forman parte de la red "Cittaslow" (ciudades lentas).
  • En tren emitimos 14 gramos de CO2 por kilómetro, mientras que en avión son 285 gramos.

Aviones sobre turistas en la playa de Nai Yang

Europa es la cuna del slow travel o "viaje lento", esa tendencia que defiende la idea de que viajar y conocer un país significa desgranar con calma sus regiones, su cultura y su idioma, así como comprender sus tradiciones, su forma de vida, su gastronomía y sus productos. Sin prisa, con calma... en nuestro beneficio y también del planeta.

El concepto nace en Italia, en la década de los años 80, de la mano del sociólogo y gastrónomo Carlo Petrini y vinculado a la gastronomía. El slow food llega en contraposición con la cultura del fast food. Petrini puso en valor la alimentación en relación a los productores y a la calidad de sus productos, así como a la biodiversidad y al medioambiente.

Diez años después, la corriente trasciende lo gastronómico, dando lugar a movimientos complementarios, como la "ciudad lenta". El movimiento ha atravesado fronteras y actualmente cuenta con la red "Cittaslow" en países como Alemania, Gran Bretaña, Holanda, Noruega o España.

Una decena de municipios españoles forman parte de la red: Balmaseda (Vizcaya), Begas (Barcelona), Begur (Gerona), Bubión (Granada), La Orotava (Tenerife), Lequeitio (Vizcaya), Morella (Castellón), Munguía (Vizcaya), Pals (Gerona) y Rubielos de Mora (Teruel).

En el slow travel confluyen diversos factores, entre los cuales el respeto al medioambiente y la creciente concienciación se unen al compromiso con la sostenibilidad. De hecho es ya un argumento utilizado por referentes en la lucha por el compromiso medioambiental, como la joven activista sueca, Greta Thunberg.

"Vergüenza de volar": mejor en tren

El slow travel y el compromiso medioambiental señalan a un mismo enemigo: el avión. La industria de la aviación causa entre el 3% y 8% de la contaminación mundial. Un avión de línea aérea no sólo emite dióxido de carbono (CO2), sino también vapor de agua y óxido nitroso, otros gases de invernadero. Al hacerlo a gran altura, el perjuicio es aún mayor.

En Suecia, el país de Greta Thunberg, parece haber mucha conciencia del problema que supone el cambio climático. Un 23% de los suecos han dejado de usar el avión para reducir el impacto ambiental de sus viajes, según un estudio de World Wildlife Fund (WWF).

Tanta es la conciencia medioambiental entre los suecos que ya han inventado una palabra para designar a la vergüenza por viajar en avión: flygskam. Al tiempo hay otra para alardear de ir en tren: tagskryt. Y una tercera, smygflyga para volar en secreto.

Según Swedavia AB, el operador de los principales aeropuertos suecos, el número de viajeros que eligen el avión no ha dejado de caer en los últimos 7 meses. Además, en 2018 se dio el menor crecimiento en número de pasajeros en una década. Y al tiempo, 32 millones de suecos usaron el tren el año pasado, un récord de pasajeros, según el operador de los ferrocarriles de Suecia.

La idea ha traspasado las fronteras suecas y ya es un movimiento, el flying shame o "vergüenza de volar" (también traducido como "quédate en tierra"). Thunberg anunció recientemente que cruzará el Atlántico en una nave habilitada con placas solares y turbinas submarinas que no genera emisiones tóxicas, para participar en Nueva York en la cumbre climática del próximo 21 de septiembre.

El tren se convierte en la alternativa más viable, como el Interrail para los jóvenes en Europa, que fomenta "viajes lentos" por "ciudades rápidas". Según cálculos de la Agencia Ambiental Europea, viajando en tren un pasajero emite 14 gramos de CO2 por kilómetro, por los 285 gramos que emitimos si cogemos un avión.



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